Mi
mamá decía que las espinas se van al corazón; las agujas, todo lo punzante. Hay
que sacar a tiempo esas cosas. Yo tengo una en el dedo; la aprieto hacia mi
norte y desliza en contra. No sé qué tiempo toma la espina entre las manos y el
sentimiento. No sé cuántas caricias. Ese inevitable recorrido hacia la muerte.
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