Las notas , todas, bajas o agudas,
penetran mi ventana de vidrio acuoso.
El volumen del mundo se dispara,
Silencien afuera, adentro,
Silencien a quien dice dónde ir,
a quien empuja,
Oculten los años,
la obligación.
Las pestañas no importan hoy,
Mi espejo devuelve
lo que soy de verdad,
una convulsión insoportable.
Me sostengo a duras penas
En un pedazo de cemento
Tengo miedo, sé por qué,
pero tengo el miedo
de una madre, uno grande.
Yo también soy débil, Vitia,
como quien cuida la ropa,
la casa, el dinero.
Tengo un ajuar sin uso,
una casa en el suelo,
un jilguero en la lengua,
la cabeza alborotada.
Tengo dos obras
bajo mis alas.
Un río agrio también;
lo siento ahora
en el temblor de mi boca,
de mi perfil fuera de esa red.
Contengo todo,
el sabor amargo por dentro;
me veo bien.
Alguien saluda mi foto
Respondo yo: No estoy.
No soy esa boca estirada.
No estoy.
Atrás quedaron las botellas,
el trasnocho,
los caminos eternos,
claros caminos de sol.
El ansia estira sus brazos,
me alcanza ahora,
la saludo, la conozco de trato;
sigo, no volteo, me hago la loca.
Unas puertas con buenos ojos
se abren. Me sostengo.
He caminado bastante
como para saber
que estoy lejos, muy lejos.
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