Vainas de la cuarentena I


   
     Ya no puedo dormir, supongo que me acosté muy temprano o no tengo la tranquilidad suficiente. Esa quietud que da la inocencia, sentirse protegido al abrigo de un olor, de un padre, de una madre. Me duele la cabeza. Pienso en el virus. Busco otros síntomas. Me duele la parte baja de la espalda ¿Serán los riñones? Hay que buscar en Google si ese virus ataca por ahí. No, debe ser el peso de la responsabilidad.

     No descanso, realmente. He tenido tos unas dos o tres tardes. Sí, también tuve una carraspera en estas madrugadas. Prefiero pensar que era por el perro durmiendo bajo la cama. Sí, debió ser eso, estoy segura de que no es un ataque inusual a mi salud. Tuve miedo al día siguiente, estaba disfónica y debía ensayar el Requiem de Cherubini. Es largo. En mis pocas horas libres, dejaba sonar cada parte, una y otra vez. Ahora sobra el tiempo y no escucho nada, suspendieron el concierto. Suspendieron las reuniones físicas. Eso no importa demasiado, total, ya era frecuente la ausencia en ese sentido. Lo que hace falta es dinero, pero ése es otro asunto.

     El día del ensayo general, tuve miedo también, otro tipo de miedo. Debí atravesar unos largos pasillos casi vacíos; me acompañó un tipo de cuyo rol en la UCV nunca estuve segura; justo en la entrada, me propuso que lo siquiera, que él conocía el lugar. Miedo y rabia; si fuera mujer, no me ofrecería ayuda, compañía; no, tiene que ser hombre. Si fuera mujer, no tendría miedo. Pero no, ya salió un tipo a protegerme. Las mujeres también roban, pero las estadísticas dicen que los hombres son mayoría en eso. En fin, una mujer difícilmente espera a otra para acompañarla y si lo hace, sería más raro aún. Lo seguí, pero de lejos; pensé en una escena de teatro, en un gran escenario; casi nadie como público; es normal, es un ensayo. Busqué las esquinas, pero siempre mirando a donde tenía que mirar, dar la cara. Me decía en mi convicción de ser una tipa fuerte: No me interesa nada, vale, si no le gusta la distancia, que no sea hombre o no se vista así, con esa chaqueta vieja y esa gorra que no imagino a qué huele; que no sea tan común, tan mestizo, tan latino, tan ni negro ni rubio ni alto ni bajito ni gordo ni flaco, igual a cualquiera que pueda hacer cualquier cosa. Pregunté dos veces en el camino si lo conocían y me dijeron que sí. Es curioso, en la puerta me dijeron que era vigilante y luego una señora sólo me indicó cómo iba a llegar. –¿Usted conoce a ese señor? –Mire, cruce a la izquierda y siga derechito, luego pregunta, más adelante. Al cruzar, estaba el señor ése esperándome -¿Qué hace usted como actividad acá? (Es que te pasas de ridícula, ñiñiñiñiñiñiñi ¿Tú crees que estás en una clase de lengua extranjera? Habla normal; es más, habla malandra; tú sabes. Bueno, ya la cagaste, pronunciaste hasta la ‘dʾ de usted, qué arrecha ¿Y la forma de la frase? Por Dios ¿No era mejor una pregunta cerrada como “¿Usté trabaja aquí, verdá?”, algo así, fluido y con jota en ujté. No, ya mostraste la fragilidad. Bueno, vale, como sea, el tipo de todos modos debe estar pensando que estás cagada). No se da por vencido ¿Quién le pidió nada? qué fastidio.
     - Estudio acá, dos maestrías. ¿Dos? Ah…Caramba, lo felicito (Verga. Me está cayendo a muelas, obvio). No sé, era posible, quizás. Yo sí, yo sí me dejo llevar por las apariencias y casi nunca me engañan. Lo que sí era cierto es que conoce el lugar. -La UCV ha cambiado mucho, le dije, ya más tranquila (Ni modo, si va a robarme o lo que sea, no hay nadie más, pero no puedo caminar con miedo, sólo debo caminar ¿Y si me toca? para eso soy karateca, ¿no? Nojoda, qué carajo, ese tipo ya está mayor y en realidad no tiene pinta de ser muy fuerte; si me toca le meto un coñazo y corro… y grito ¿No soy soprano, pues? Alguien va a escuchar un grito tan agudo). El tipo iba hablando casi solo, porque yo no podía escuchar muy bien con tanto plan en mi cabeza. Sentí un poco más de confianza cuando me dijo: Mire, no se quede atrás ni adelante, camine como si me conociera, camine conmigo, que ¿usted ve esos tres tipos ahí? –Pero mírelos con discreción, haga como si no los viera, normal, pues (Puse mi sonrisa falsa y no miré a nadie, qué iba a estar viendo con discreción, yo no sé mirar así). -Bueno, ésos se la pasan robando y los de la otra esquina también. De regreso, véngase en grupo o se le pega a alguien que vaya pasando, que ellos no roban si uno va en grupo. Pensé que quizás él también tenía miedo.

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