Los hombres no aman.

 

Poseen ,cuidan

                        sus pertenencias.

 

 De niños, son como nosotras;

 

pero hablo de hombres, adultos.

  

No aman,

 

lo sé de manera suficiente.

 

Y no vengan con el argumento de Jesús,

 

él no era hombre,

 

técnicamente.

 

 

Duelen a las Magdalenas

madres

esposas

hermanas.

 

 

Es su naturaleza no amar-

 Abrazan,

 luego olvidan su origen

 de llanto y sutileza.

 

 

Los hombres no aman, puedo jurarlo.

Son lobos, pelean con dientes afilados;

sus garras no tienen piedad.

 

 Tienen la vista dura y cercada;

llegan hasta ahí.

 

 Los varones son egoístas.

Así son amados,

 

porque el amor no se merece,

ni somos más por abrigarlo.

 

 Ellos no saben que no aman;

 

 no les importa este poema

ni nada.

 

 Nacen, comen, cagan.

Ríen, gozan, se llenan la boca,

las manos, los dedos, el papel.

 

 Los hombres son felices sin amar;

se divierten con nosotras,

les parecemos tan singulares,

 extrañas.

 

 Es por eso,

no entienden por qué respondemos

siempre las llamadas.

 

No confían en nosotras,

no creen en la palabra lealtad.

Es por eso, no aman.

 

Juro que no aman.

 

 Fingen,

saben que no está bien visto

no amar;

 

el amor es una medida injusta,

se aplica a todo género y condición.

 

No aman, aunque se arrodillen

y lloren;

no aman,

  

aunque lo escriban,

lo juren,

 

yo tengo autoridad para decirlo,

no aman.

 

No aman,

no lo han hecho ni lo harán.

 

 Pocos tienen la gallardía de aceptarlo,

el coraje de decirlo.

 

Mujeres,

no busquen calor en la intemperie.

Amemos nosotras hasta explotar,

somos alfileres en el grito,

  

 

no ese murmullo de piedras.

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